LA PESTE, UNA METÁFORA DE LA CRISIS

El guionista de La Peste nos introduce en las claves del proceso creativo de la serie

Televisión versus cine.

He escrito muchos guiones de cine; ninguno de una serie de televisión. Así que el guion está concebido como si fuera el de una película larga. En estructura -una estructura aristotélica, convencional, de tres actos: un capítulo para el primer acto, cuatro para el segundo y uno para el tercero-; en el desarrollo de personajes -con marcados arcos de transformación en todos los protagónicos-; y en el diseño del pensamiento oculto con un tercer acto como lugar de cristalización de lo que queríamos contar con la serie. De manual, vaya. Nihil novum sub sole. Eso sí: el siglo XVI no existe. De modo que todo con cierta contención en los decorados –esto es falso; como todo guionista podrá imaginarse-. Y confiando preventivamente en la postproducción. Cosa que hasta el momento tampoco había hecho.

Trama versus personajes.

Desde el principio quería que La peste fuera un thriller vibrante, lúdico, lleno de giros. Es decir: una historia con una trama marcada, solvente, visible, en primera línea. Pero también tenía claro que me oponía a que la trama se comiera a los personajes o los tuviera demasiado entretenidos resolviendo enigmas, sin darles la oportunidad de desarrollarse. Así que el reto era que trama y personajes convivieran y se retroalimentaran de modo armónico, dramático - espero haberlo conseguido-, con el objetivo claro de que este matrimonio bien avenido nos sirviera para contar el pensamiento y la moral de la época, sin contaminar. Que nos permitiera mostrar el funcionamiento desconocido de una de las ciudades más importantes del mundo en el siglo XVI, Sevilla, La Gran Babilonia, buscando sus conexiones con el presente. Por ejemplo, y entre otras, La Peste es una metáfora de la crisis. La actual, la que aún vivimos. Y la que viviremos cíclicamente, como diría Monardes, uno de los protagonistas de la serie, mientras el hombre siga siendo hombre.

Rigor versus ficción.

Rigurosos sí, pero de un modo conveniente.

Se trataba de ser verosímiles. No realistas. De hecho: La peste gira en torno al azote más virulento de la enfermedad que sufrió Sevilla en 1649, cuando el declive de la ciudad era un hecho evidente. Nosotros decidimos trasladar ese brote a finales del siglo XVI, en el clímax del fastuoso Imperio español, porque dramáticamente nos interesaba esa confrontación. 

Documentación mucha, sí. Previa a la escritura, mientras escribía, y posterior a la escritura. Pero con una máxima: los hechos históricos debían adaptarse a la ficción –dentro de los citados márgenes verosímiles- sin que la historia constriñera al hecho ficticio. 

50 minutos versus 70.

Entra tarde. Sal pronto. Arranca todas las secuencias atacando de lleno al conflicto. Que el resultado en su conjunto sea pura intensidad.