CELSO DE GUEVARA

Interpretado por Manuel Solo

Ingresó en la orden de los dominicos y su ambición por el poder le llevó a desarrollar su inteligencia como el jugador de ajedrez que anticipa con destreza, intuición y facilidad, los movimientos de su contrincante. Es un estratega calculador y paciente. Políglota, tradujo para sí mismo un tratado de doctrina política llamado El príncipe. Es frío, y cercano. Cruel. Y condescendiente. Franco y ladino. Pura contradicción. Siente devoción por la inteligencia. Y la cultura. A su modo, es sensible. Un jugador que busca contrincantes fuertes, a su altura.

Ferviente admirador de la diplomacia vaticana y de la vida de los papas, empezó desde cero en la jerarquía eclesiástica a pesar de que sus padres, una pareja de nobles castellanos con influencias en la iglesia española,  lo ayudaron a permanecer como sacerdote en la corte. Su orgullo venció al auxilio paterno porque deseaba conocer las entrañas de su orden.

Enviado con las tropas reales para confortar a soldados heridos en la guerra, para enseñar la ley divina en tierras no santas. Conoció a Mateo cuando los bríos juveniles de ambos les ayudaron a soportar eventos intolerables para la mayoría de los soldados. También tiene formación militar. Y como Mateo, la deferencia de un tatuaje que sólo tienen unos pocos elegidos. Es hábil con la palabra y con las armas.

Compasivo con los pecadores más crueles, les ayuda a que regresen al camino de la fe verdadera, asegurándose de que el rigor de la ley divina se cumpla a rajatabla. Al final de los medios que utiliza siempre está Dios, eso promulga. La ley y la justicia divina.

Su fe y severidad no son obstáculo para que disfrute un buen vino, admire una pintura, un buen concierto o una conversación sobre filosofía o literatura. Se dice de él que es un varón tan santo, que no conoce la diferencia entre hombre y mujer. 

Para el Papa, Celso es un inquisidor eficaz y eficiente que conviene tener como los enemigos: cerca para saber lo que hace; para Zúñiga, es un cruel funcionario eclesiástico, hipócrita y sibilino; para Teresa, un pequeño hombre con ínfulas, complejo, débil, que sólo ama el dinero; para Valerio, es un sacerdote tan poderoso como el rey. En cambio, para Mateo, Celso es tan solo un hijo de puta con el que se puede hablar de todo. Alguien tan vanidoso y soberbio como él a quien tiene encomendada su alma.

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