Interpretado por Sergio Castellanos
Un salvaje, un niño de la calle. Un animal, un buscavidas.
Es supersticioso y al mismo tiempo un ferviente católico. Viste ropas al revés para engañar a los malos espíritus. Así creen que viene cuando se va. Y al contrario. Tiene un escapulario de vírgenes como amuleto. Acostumbra a rociarse con pólvora y masticar ajo para ahuyentar a la peste.
Es astuto y un sobreviviente. De carácter huraño con los desconocidos, lacónico. Pasa a lo extremadamente amigable con los conocidos, cándido, casi. Su vivacidad proviene de la vida dura que ha llevado. Es curioso. Incansable, obstinado. E inquieto. Tiene una especie de don, de extraño sentido: como si oyera a la naturaleza, es capaz de predecir sus movimientos bruscos, las lluvias torrenciales, el frío.
Hijo bastardo de Germán, un comerciante adinerado cuyo secreto fue profesar una religión alejada del catolicismo y de una madre muy pobre que murió en el parto. Valerio aprendió varios trucos y mañas en el orfanato.
Robar, mentir, traicionar si es necesario o embaucar con sus encantos para obtener un mendrugo de pan, una moneda de oro. Un poco de calor. O de sombra. En ningún caso se plantea si lo que hace está bien o está mal. Como un animal, su objetivo es sobrevivir cada día. Lejos de cualquier moral.
La insoportable vida en el hospicio, empujó a Valerio a huir y a buscarse la vida al amparo de la ciudad. Conoce todos los barrios, todas las calles, todos los recovecos donde esconderse de los alguaciles del cabildo.
Trabajó para Arquímedes, una especie de Monipodio, que lo usó, junto con otros niños abandonados y desamparados, para robar y mendigar sin la licencia respectiva. Desde el comienzo de la peste, trabaja alimentando a enfermos. A diferencia de muchos de sus compañeros, y pese a exponerse a la enfermedad cada vez de un modo más directo, sigue vivo. Por su fortuna, y por su salud de roble, le conocen como el Inmortal.
Tiene un tesoro: un libro con hermosas ilustraciones de América, cuyas letras no sabe leer.
También tiene un sueño. Viajar al Nuevo Mundo. Ahí tiene puestas todas sus esperanzas y ahí cree que están todas las oportunidades que su padre le negó al no reconocerlo. Hacia su padre, su herida más recóndita, siente un rencor infinito, rechazando cualquier cosa que pueda tener la más mínima relación con él.
En el ir y venir por la ciudad, Valerio conoció a Leandra, su novia. Su vida.
Para Mateo, Valerio es el futuro y la pureza. Para Monardes, Valerio podría ser un esclavo ejemplar, el músculo. Para Zúñiga, la belleza; para Teresa, simplemente es un bastardo. Leandra considera a Valerio el amor de su vida y Celso ve en el chaval un sátrapa que terminará en la cárcel o en el cementerio antes de cumplir otro año más de su vida.